lunes, 1 de febrero de 2016

Resuelto el problema, ¿y ya?



29 de enero de 2016
Fue un testimonio médico lo que motivó esta reflexión. Con gran preocupación me co­mentaba el facultativo: “Cada vez son más jovencitas, de 13 y 14 años, es lamentable. Lo peor es que cuando los padres llegan al hospital, quieren casi cogerte por el cuello para ‘resolver el problema’, eso es lo que más les importa, pero yo me pregunto, ¿dónde estaban ellos cuando eso sucedió?”.
Foto. Marianela Dufflar
Este doctor, que con bastante frecuencia se enfrenta a los abortos por embarazos no deseados, se siente conmovido debido al aumento de niñas en edad adolescente que optan por este método.
Aunque son harto conocidas las consecuencias negativas de esta práctica para la salud de la mujer y sus posteriores deseos de concepción, lo más preocupante es el por qué del fenómeno. Es cierto que en nuestro país no se puede calificar a la desinformación o la incultura como causas esenciales del embarazo en la adolescencia. Son cientos los canales por los cuales la familia y los y las jóvenes conocen sobre temas sexuales y reproductivos, así como las vías más eficaces para protegerse. No obstante, el fenómeno persiste.
¿Qué está pasando entonces? Las respuestas pudieran ser disímiles, pero aunque la in­fluencia de la sociedad y la escuela no son descartables, nadie puede dudar que algo está fa­llando en el seno del hogar. No debería ocurrir que un adolescente, sea hembra o varón, inicie su vida sexual sin que ninguno de los miembros de la familia se percate de ello.
Por otra parte, los padres, tutores u otra persona adulta responsable de su crianza, no deberían permanecer al margen de cuál es el grupo con el que se relaciona y sus prácticas habituales.
Las características propias de esta edad crean barreras de comunicación, incluso, con las personas más cercanas, sin embargo, cansarse es un lujo que la familia no puede permitirse. Para nadie es un secreto que los tiempos han cambiado, y que si bien los 14 o 15 años no son en absoluto una edad propicia para tener relaciones sexuales, es una posibilidad que hay que contemplar. A esta altura del siglo XXI, ya no puede calificarse ese como un tema tabú.
Aunque descubrir un embarazo puede ser un trauma para ambos miembros de la pareja adolescente, en caso de optar por la interrupción, solo la niña pondrá su vida en peligro. En pleno desarrollo, deberá enfrentar un proceso invasivo que puede dejar en ella secuelas permanentes, no solo físicas sino psicológicas. Si a ello sumamos el riesgo de la esterilidad, comprendemos que es una carga demasiado pesada.
Nadie puede cuestionar las razones que llevan a los padres a autorizar un aborto, pues es innegable que un hijo es un cambio radical en la vida de toda la familia. Lo que sí es cuestionable es no prestar atención en el momento justo, no aconsejar, no dar confianza, pero, sobre todo, no escuchar.
El aborto no es la verdadera solución al problema pues tras el primero, pueden venir varios más y en no pocas ocasiones, acompañados de enfermedades transmisibles. Incu­rren en un grave error quienes luego de interrumpir el embarazo de su hija, respiran aliviados como si todas las preocupaciones se hubieran disipado. La verdadera clave está en demostrarle que no es el sexo precoz la única forma de disfrutar el amor en esta etapa de la vida, que un hijo es el más bello regalo de la naturaleza cuando llega en el momento justo, pero más que nada, que no está sola y hacerle sentir esa presencia.
Tomado de Granma.

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