Considero que
Electra, mi mascota, es la perra más inteligente del mundo. Sensible, solidaria
y amistosa, se comunica de manera eficaz con su cola y el timbre de sus
ladridos. Emplea su patica para llamar la atención. Pero es incapaz de
descifrar la razón de los fenómenos naturales. No puede transformar el
conocimiento en conciencia de sí y de su condición mortal. Vive inmersa en el
día a día. No puede prefigurar el mañana.
Desde tiempos
remotos, los bípedos parlantes, convertidos en agricultores, aprendimos el uso
y abuso de los bienes de la naturaleza. Al contemplar las estrellas en el
firmamento, empezamos a interrogarnos acerca de las leyes del universo y a
plantearnos la aspiración de trascender nuestra efímera existencia fundando
familias, asumiendo el liderazgo de nuestros pueblos, erigiendo obras de arte
imperecederas.
De tal modo, se
fue constituyendo un pensamiento religioso que ofrecía respuestas sobre el
origen del universo, promesas de vida futura y, en el plano de la sociedad,
establecía fundamentos de conducta ética. Luego, la filosofía adoptó una
perspectiva laica en el replanteo de las interrogantes fundamentales, adherida
siempre a un contexto histórico. Fundida con la filosofía en sus orígenes, la ciencia
conquistó cierto grado de autonomía, aunque sus prioridades respondan a las
demandas de una época y requieran estricta obediencia a principios éticos para
no colocar su saber al servicio de crímenes monstruosos.
La filosofía
estructura una concepción del mundo, una ideología y una definición de
políticas. Los libertadores de América Latina se inspiraron en el pensamiento
de la ilustración francesa, aunque el lema de la Revolución de 1789 (Libertad,
igualdad, fraternidad) permanezca como un sueño por realizar plenamente. Estaba
triunfando la burguesía. Desde esa etapa temprana, comenzaron a perfilarse dos
tendencias antagónicas. La Conspiración de los Iguales, encabezada por Babeuf y
Buonarroti, reivindicaba los derechos de los explotados. Respaldado por la
primera Revolución Industrial, el capitalismo mostraba su euforia. El
liberalismo económico constituía su arsenal teórico e ideológico.
Mientras tanto,
la explotación del trabajo humano tronchaba las vidas de hombres, mujeres y
niños. Se produjeron huelgas obreras, apareció un incipiente sindicalismo y se
formularon nociones primigenias orientadas hacia proyectos socialistas. Carlos
Marx empezó por desarrollar su concepción crítica de la filosofía alemana
clásica; detectó los puntos débiles de las ideas socialistas de la época; se
sumergió en la realidad social; emprendió la investigación monumental que lo
condujo a la redacción de El capital, valido de documentos de archivo, de
tratados de economía y de otras fuentes. Afirmó haber aprendido más de la lectura
de Balzac que de algunos especialistas en la naciente ciencia económica.
Articuló un encadenamiento coherente entre filosofía, ciencia, ideología y
acción política organizada. Su yerno, Pablo Lafargue, incorporó un matiz de
particular vigencia en la contemporaneidad. El proyecto socialista no se
limitaba a procurar el bienestar a través de la justicia distributiva. El
mulato santiaguero concebía el proyecto en lo material y en el logro de la
plena emancipación humana para sacudir todas las formas de explotación y
satisfacer las necesidades espirituales.
No temo
presuntas invasiones de extraterrestres. Más me preocupa el alegre suicidio del
bípedo parlante aprensado en la guerra entre los dos mundos. Para subsistir,
tuvo que dominar la naturaleza. El apetito insaciable lo convirtió en
depredador, a un ritmo progresivamente acelerado, sobre todo después de la
primera Revolución Industrial que inficionó la atmósfera de polvo de carbón.
Las consecuencias son harto conocidas. Se manifiestan en las repercusiones del
cambio climático.
Todavía
imperceptibles, la euforia desencadenada por los veloces y descomunales éxitos
tecnológicos puede determinar cambios irreversibles aún más graves. No se trata
de comportarnos como dinosaurios, volver la espalda al progreso e ignorar los
beneficios del rápido acceso a las comunicaciones. Pero toda moneda tiene dos
caras. Sabido es que los órganos que no se usan se atrofian. Ya se advierten
algunas señales inquietantes. Conozco jóvenes enajenados por la adicción a los
entretenimientos que ofrece el mundo digital. Se extiende la incapacidad de la
comunicación verbal y escrita, sustituida por los brevísimos mensajes enviados
vía celular al amigo que comparte el mismo banco. Por esa vía se inhiben los
procesos favorecedores del ejercicio del pensamiento, vale decir, todo lo que
hemos construido los bípedos parlantes que somos.
Con el empleo
de todas las armas, la guerra entre los mundos es una batalla cultural entre
dos visiones del universo y del ser humano. Por una parte, prevalece el apetito
insaciable por la ganancia y la instrumentalización de la persona al servicio
del poder financiero hegemónico. Por la otra, están los condenados de la tierra
centrados en una perspectiva humanista y emancipadora de la persona. En este
momento crucial de la historia, la salvación del bípedo parlante depende del
triunfo de quienes, asentados en principios humanistas, configuren una
estrategia cultural coherente y unitaria para salvaguardar la naturaleza y el
pensamiento crítico, partícipe y creador de los hombres y las mujeres.
Tomado de Juventud Rebelde
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