Por: Harold Cárdenas Lema
Son tiempos de fetichismo con el socialismo tropical cubano. Hay
preguntas que hacen eco en todas las esquinas de esta isla y confieso que me
tienen cansado. ¿Por qué se van los jóvenes cubanos? ¿Piensas irte también?
¿Qué pasará en un país sin juventud? Las respuestas son obvias: emigrar es su
derecho, hay muchos que aspiran a hacerlo pero también otros que se quedan a
conciencia. Aun así, molesta bastante que el protagonista hoy en día sea el
emigrante y no quienes se quedan a construir el futuro de Cuba.
Los
olvidados entonces somos los enraizados, los que quedamos aquí en este país cargado
de contradicciones. Eso tiene que ver con otras actitudes, como aquella amiga
de antaño que regresó el otro día y quería enseñarnos a utilizar Facebook
porque “este país es un atraso”. O los que piensan que en Cuba quedan los que
no tienen oportunidad de marcharse, reduciéndonos a una suerte de perdedores.
Esos y otros mitos circulan todos los días, dando una visión simplificada de
este país según la cual todos nos queremos marchar. Y no es así.
Conozco
muchos jóvenes que les iría bien en otras tierras pero se quedan en Cuba porque
los mueven fuerzas mayores. Muchos desconocidos que hacen bien anónimamente,
muchísimos que trabajan cada día por un salario simbólico y son los héroes
olvidados de este país. De esos no escribe casi nadie, es más fácil visibilizar
a supuestos “ganadores” o preocuparse por el desangramiento migratorio y no por
la solución para terminarlo.
¿Por
qué se van los jóvenes? Muchas razones, entre ellas la ausencia de un paradigma
del éxito que sí tuvieron nuestros padres y nosotros carecemos, que toca
construir. Quizás la respuesta para esto sea precisamente visibilizar, ¿a
quiénes? A los que se quedan.
Por
otra parte, el éxodo del 2016 no es el mismo que la crisis de los balseros en
1994. Aquello fue una respuesta ante la escasez más cruda que hoy en día ya no
es tan así. ¿Qué pasa entonces? Por alguna razón en los momentos más duros del
Período Especial el consenso nacional soportó embates que hoy no podemos
superar. ¿Por qué? Quizás porque el proyecto de nación estaba más claro en ese
entonces, porque existía el liderazgo carismático de Fidel Castro como
mecanismo de unidad o sencillamente porque creíamos que era posible un regreso
a la estabilidad de los años 80.
El
día que aceptamos que no había un regreso posible, desaparecieron los
paradigmas y las certezas. Nuestra incapacidad de generar un consenso y enviar
señales claras sobre el rumbo del país o sobre cuál es el plan gubernamental
para nuestro futuro, provoca el desaliento y la mirada hacia alternativas
foráneas. Parte de la emigración cubana es también responsabilidad nuestra
entonces como proyecto de país incapaz de generar un mayor consenso.
En el extranjero tengo a todos mis amigos de la infancia menos uno, que quizás se marche pronto también. Allá están mis compañeros de aula, mis novias y si quisiera hacer una reunión de clase, sería más fácil hacerla en Miami que en mi ciudad natal. La empatía con el emigrado es inevitable porque con solo un par de giros en el destino cualquiera de nosotros pudo haber sido uno de ellos. Aun con su participación y apoyo, el futuro de esta isla tienen que decidirlo los que viven dentro. Irónico entonces que esos sean los grandes olvidados en esta historia, los que se quedan.
En el extranjero tengo a todos mis amigos de la infancia menos uno, que quizás se marche pronto también. Allá están mis compañeros de aula, mis novias y si quisiera hacer una reunión de clase, sería más fácil hacerla en Miami que en mi ciudad natal. La empatía con el emigrado es inevitable porque con solo un par de giros en el destino cualquiera de nosotros pudo haber sido uno de ellos. Aun con su participación y apoyo, el futuro de esta isla tienen que decidirlo los que viven dentro. Irónico entonces que esos sean los grandes olvidados en esta historia, los que se quedan.
Tomado
del Blog Segunda Cita de Silvio Rodríguez
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