Por Rolando López del Amo
La humilde pareja de inmigrantes españoles formada por Mariano Martí y
Leonor Pérez no podían imaginar que su único hijo varón, nacido en la calle de
Paula en la ciudad de La Habana el 28 de enero de 1853 y al que nombraron José
Julián, sería invocado por sucesivas generaciones de cubanos, hasta el día de
hoy, como el maestro y el guía para andar con acierto por los intrincados y
agrestes caminos de la vida humana.
El innato talento de aquel niño nacido en el seno de
una familia laboriosa y honrada tuvo cauce propicio en el magisterio
de Rafael María de Mendive, patriota y culto, ejemplar y generoso,
creador de conciencias y caracteres limpios y fuertes. Armado con esos valores,
el adolescente José Julián, se sintió parte del intento independentista
iniciado el 10 de octubre de 1868 en la lejana Yara por un grupo de
ilustres patricios encabezados por Carlos Manuel de Céspedes. Poemas alegóricos,
artículos de prensa, carta recriminatoria a un condiscípulo apóstata, lo
llevaron a la prisión colonial como picapedrero encadenado y, gracias a los
incansables afanes de sus padres, a transformar la sentencia en
destierro a la metrópoli.
En España realizará y concluirá estudios de Derecho y
Filosofía y Letras y dejará dos libros que desnudan las entrañas del
colonialismo español: El presidio político en Cuba y La
república española contra la revolución cubana.
El destierro seguirá en México, donde se forma como
periodista y estrena una obrita de teatro que tuvo buena aceptación, se acerca
a las ideas socialistas, divulga los hechos de la revolución en Cuba, resalta a
sus héroes y gana a un amigo, un hermano, que lo será para toda su vida.
De México a Guatemala, donde será maestro. El doctor
Torrente le llamaban sus alumnos por el caudal de su verbo. Venezuela lo
acogerá por seis meses y editará La RevistaVenezolana. En los tres
países mencionados su choque contra los caudillos gobernantes le impiden
permanecer en ellos.
En México nació el compromiso y el matrimonio. Una
brevísima estancia en Cuba con nuevo destierro, hasta instalarse en New York,
donde ya había estado y presidido el Comité Revolucionario cuando la Guerra
Chiquita. Allí será la maduración completa del escritor, el periodista, el
político revolucionario, el pensador, el maestro, el hombre de Estado, el
apóstol de la redención del hombre por el hombre.
Desde New York Martí escribe para los diarios más
importantes de América Latina y para publicaciones en los propios Estados
Unidos. Su estilo anuncia el modernismo en nuestra
lengua. Allí publica tres números de la más
extraordinaria revista para niños, florece su poesía, traduce obras para
editoriales conocidas, preside sociedades literarias, trabaja como
maestro y como oficinista, realiza funciones de Cónsul de Uruguay, Argentina y
Paraguay, representa a Uruguay en conferencia panamericana y, para Cuba,
pronuncia encendidos y hondos discursos revolucionarios, escribe
abundante correspondencia al servicio de la nación, funda el periódico Patria y
el Partido Revolucionario Cubano. Logra unir a la vieja generación
revolucionaria con la nueva, a los patriotas del exilio con los del país, a los
negros y mestizos con los blancos, a distintas clases sociales en un gran
frente por la independencia, por la liberación nacional, pero vista como
culminación de la independencia de Nuestra América, la que va desde el Río
Bravo hasta la Patagonia. Es su pensamiento la continuación y
desarrollo de las ideas bolivarianas. La defensa de la unidad de América Latina
y el Caribe que hoy trata de consolidarse en la CELAC.
Martí es antiimperialista e internacionalista porque
piensa en función de la humanidad como un todo, en la identidad esencial de los
seres humanos más allá del lugar de nacimiento, el color de la piel, el idioma
materno, la creencia religiosa.
Como sistema político cree en la república, en el
valor de las ideas por encima de los individuos, en la democracia
efectiva, electiva y supervisada, controlada desde la base y participativa. El
previene contra los males de la burocracia, del caudillismo y de los
monopolios. El está del lado de los obreros y los campesinos, de los
pobres de la tierra y cree que los bienes de la naturaleza son patrimonio
común. Él defiende a la mujer, al anciano, al niño. El alienta el trabajo, el
estudio, la investigación. Él aboga por la paz mundial y la relación civilizada
entre las naciones, basada en el derecho y la justicia, en el respeto y la
solidaridad.
Él resalta la importancia de la
educación basada en el conocimiento científico y no en dogmas, en el
razonamiento y la experimentación. Él insiste en la necesidad de la cultura y
la amistad, en las bondades espirituales de las artes, que son también trabajo.
Martí es guía promisorio para la vida individual y
colectiva, fuente de valores que brotan del ejemplo personal de una vida noble
que siempre se puso del lado del deber, de la felicidad que se gana en la
compañía y el sacrificio.
La UNESCO, que otorga el Premio Internacional José
Martí e incluyó toda la papelería martiana en su archivo de la Memoria del
Mundo, acaba de auspiciar en La Habana, mediante su Programa mundial de
solidaridad José Martí, la conferencia Con todos y para el bien de
todos, que nos trajo a relevantes pensadores de nuestro continente y
de otras tierras del mundo. Fue el reconocimiento de la comunidad
internacional, del sistema de las Naciones Unidas, al pensamiento y la obra del
insigne cubano.
Para todos los que aspiran a un mundo mejor, José Martí es luz
propicia en medio de las tinieblas, palabra amiga para levantar a
los hombres hasta su mejor altura, pan de vida útil y noble, manantial
inagotable para calmar la sed de justicia, talismán de la esperanza.
Tomado del Blog Segunda Cita de Silvio Rodríguez
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