Por Marianela Dufflar
El pasado viernes 26 de febrero,
Silvio y toda su tropa, realizaron el concierto número 72 de la Gira por los
Barrios, esta vez la cita era en la misma esquina de las Calles Sitio y
Subirana, en Centro Habana, muy cerca del popular mercado de Carlos III.
Hasta allí además de los vecinos del lugar,
llegamos sus seguidores. Mucho antes,
una vanguardia de productores, utileros y técnicos en función de que todo
quedara listo para la presentación del trovador, fijada para las 6 de la tarde.
Lo demás, sigue siendo la magia de todos, con todos y para el bien de todos, porque en cada barrio las canciones de Silvio suenan diferente, toman, cada una de ella otro rumbo, no siempre coincidente con las de su creador, unas se hacen bien grandes como Ojalá, que en pleno corazón de La Habana, en una calle estrecha, al ser coreada por los presentes toma dimensiones increíbles.
Otras, como la Balada de Elpidio Valdés, nos devuelve la infancia por etapas, pese a todo lo adultos que podemos ser y por si fuera poco, el hecho de reencontrarnos no solo con excepcionales músicos sino con amigos entrañables que sienten el orgullo de seguir siendo incondicionales al trovador, nos renueva entonces, esa posibilidad, de sentirnos, un tilín mejores.
También esa tarde, se le otorgó el premio Ojalá a Víctor Casaus,
por su labor como gestor cultural, oficio que le viene de vocación y que le
afianzan como uno de los hombres, de este mundo, que luchan toda la vida.
Las interpretaciones de Niurka
González, Oliver Valdés, Emilio Vega,
Jorge Reyes y Jorgito Aragón, esta vez, desde muy lejos, dieron la impresión
que escuchábamos un disco, vaya forma de saber…
Así trascurrió este concierto
en Pueblo Nuevo, uno de los tantos
barrios por los que nos lleva Silvio,
desde hace cinco años, donde da conciertos que cada vez se hacen más íntimos e
imprescindibles, que describirlos a
veces se hace difícil, porque cada uno,
además de único y diferente, hace que los sentimientos se desborden y que interactuar con la gente de esos barrios nos conmueva tanto como la canción que estamos
coreando, para luego definitivamente al
concluir el último tema, volvamos a nuestro rincón hogareño a esperar que nos
avisen cuándo y dónde será el próximo encuentro,
ese que nos permite revitalizar los sentidos ante la música, el canto y la buena poesía, en un escenario que más allá del barrio, se
torna en la patria verdadera.
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