lunes, 14 de marzo de 2016

Trasplantes de hígado en Cuba: una historia de esperanzas










Pedrito y su madre cumplen las medidas sanitarias que les permitirán regresar pronto a su casa.Foto: Aillen Infante Vigil/ Juventud Rebelde.





Meses atrás Pedro Isaac Fonseca Calzadilla tuvo que despedirse de su escuela secundaria en Sagua de Tánamo, Holguín, y de sus compañeros de juego para cuidar de su salud. Una cirrosis hepática detectada con solo 14 años le cambió para siempre la vida a él y a sus familiares más cercanos.
El 27 de enero Pedrito ingresó en el Servicio de Cirugía Hepatobiliopancreática y Trasplante (SCHT) del Hospital Pediátrico William Soler, y solo 13 días después entraba al quirófano para recibir un nuevo hígado. Luego de casi 18 horas en el salón, hoy muestra con orgullo la cicatriz salvadora que le devolvió las esperanzas.
Según el doctor Ramón Villamil Martínez, especialista de primer grado en cirugía pediátrica y jefe del SCHT, este tipo de trasplante resulta una cuestión de vida o muerte porque, a diferencia de los riñones, para el hígado no existe ningún dispositivo artificial capaz de sustituir sus funciones a plena capacidad.
Tras varios años de estudio, a finales de 2005 se dieron los primeros pasos para la creación de este servicio en el Hospital Clínico Quirúrgico Hermanos Ameijeiras, donde tuvieron lugar las dos primeras intervenciones. El traslado para su sede actual en el William Soler ocurrió en junio de 2006 y desde entonces ya suman 82 los trasplantes hepáticos realizados en sus instalaciones.
«El SCHT constituye una de las estructuras más importantes de la institución médica y centra su atención en infantes con enfermedades hepáticas crónicas irreversibles que requieren de un trasplante, u otros como tumores y malformaciones en las vías biliares que necesitan algún tipo de intervención quirúrgica», afirmó el también fundador del servicio.
Únicos de su tipo en el país, los departamentos de Hepatología y Cirugía hepatobiliopancréatica del Pediátrico capitalino reciben a diario a decenas de pacientes para su evaluación y tratamiento definitivo. «En el caso de las afecciones más severas e irreversibles se procede a su inclusión en el programa de trasplante, que engloba, además, a otros cuyo tratamiento no resultó efectivo», agregó Villamil Martínez.

Trasplante adentro

Una vez detectada la patología y valorada su magnitud, el tiempo de espera por un trasplante puede variar y depende de muchos factores como —y principalmente— la urgencia del paciente. «En este caso de peligro inminente para la vida, los especialistas del programa nacional de trasplantes desencadenan el protocolo de emergencia cero para hallar un donante en cualquier lugar del país en la mayor brevedad posible», aseguró.
Asimismo explicó que en este caso o ante la aparición de un donante voluntario fuera de La Habana, las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional aúnan esfuerzos con el SCHT para garantizar un rápido y seguro traslado del equipo médico y el órgano hacia el paciente que lo necesita, con el objetivo de disminuir al máximo el tiempo de exposición del órgano y de espera del enfermo.
Para los especialistas consultados, el de hígado constituye el proceder más complejo, debido a las características anatómicas del órgano —muchos vasos, arterias, venas hepáticas y vías biliares extremadamente frágiles—, y porque al tratarse de la especialidad de Pediatría se vuelve mucho más difícil el proceso de encontrar un donante compatible con las características biológicas del paciente.
Ante tal situación, el equipo multidisciplinario liderado por el doctor Villamil Martínez implementa tres técnicas para realizar los trasplantes que necesitan sus pequeños pacientes: el donante vivo, la reducción hepática y el split o la bipartición hepática.
«Amparada por la ley cubana, la primera comprende la disposición de cualquier familiar para ceder al paciente un fragmento de su propio órgano; la segunda reduce el tamaño del órgano hasta obtener el fragmento más idóneo, y la tercera consiste en la división del hígado, según el peso y tamaño del mismo. Esta última posibilita un trasplante doble», resaltó.
Sobre las complejidades de este vital proceder, el también especialista de primer grado en Cirugía pediátrica Frank Rodríguez Rodríguez, quien desde hace un año garantiza la rápida y eficiente extracción del hígado que se trasplantará, aseguró que el mayor peso recae en la formación metodológica y práctica del personal que interviene en cada paso.
«Nuestra mejor arma es la preparación; sin esta no habríamos podido sortear ninguno de los obstáculos que a menudo enfrentamos. Este proceder, realizado siempre contrarreloj, demanda toda una infraestructura y organización milimétrica solo posible con la superación constante de cada uno de los integrantes del equipo», expuso el joven doctor.
Aún así, una parte considerable del éxito de la operación escapa de las experimentadas manos del equipo médico. «Si bien los parámetros de supervivencia oscilan entre un 88 por ciento al año de vida, y un 70 por ciento de tres a cinco, el proceder significa un cambio absoluto en el estilo de vida del paciente. Las posibilidades de complicaciones disminuyen en gran medida, pero no desaparecen completamente», aseguró.
Además, ante las probabilidades de rechazo, el paciente debe mantener una estricta y permanente disciplina con los tratamientos inmunosupresores para evitar la pérdida del órgano e incluso de la vida, y extremar las medidas higiénico-sanitarias para evadir infecciones que ataquen al ya deprimido sistema inmunológico de los trasplantados. Respetando estos consejos, aclaró, pueden desarrollar una vida armoniosa y normal sin ninguna limitación física.
Los médicos le han dicho a Pedrito que le quedan pocos días ingresado y ya el pequeño cuenta los minutos que lo separan de su casa, familia y comida preferida. Incluso anhela a sus compañeros de clases y los exámenes que le permitirán estudiar Contabilidad el próximo curso. Desde el 9 de febrero la vida le sonríe de nuevo.
(Tomado de Juventud Rebelde)

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