jueves, 4 de junio de 2015

Coppola, el gran cuestionador.







El multipremiado Francis Ford Coppola, con varios Oscar y otros lauros en su haber, acaba de recibir un reconocimiento poco usual: le fue conferido el Premio Princesa de Asturias.
Estos premios son otorgados normalmente a figuras del mundo iberoamericano. Es un reconocimiento a que la obra de Coppola ha trascendido el tiempo y los continentes.
Coppola surge en la segunda mitad del siglo XX, es parte de una generación que irrumpe en el cine de Hollywood  con un lenguaje muy moderno y nuevas formas de ver el cine.
Estudió cinematografía en la Universidad de los Ángeles, al igual que muchos otros compañeros de su generación. Como director joven (nació en 1939) ningún gran estudio se atrevía a darle un buen proyecto.
Pero existía una propuesta basada en una novela: “El Padrino” de Mario Puzzo no encontraba su autor. El escepticismo de los grandes estudios para no abordar un filme, en apariencias de gánster, en una cinematografía saturada de esa temática, constituía un impedimento serio.
Francis Ford Coppola de indiscutibles antecedentes italianos, tomó este libro y lo convirtió en una película clásica: El Padrino (primera parte). ¿Dónde radica la magia o el secreto de este éxito? Coppola comprendió bien que el fenómeno de la mafia no era un simple tema de agrupamiento criminal. La mafia importada a Norteamérica, tenía profundas raíces en Italia, y en Sicilia en particular.
Coppola nos muestra este entramado donde todo se basa en lealtades familiares, de hecho el Padrino, o persona mayor de la familia, es el que mueve todos los hilos sin aparecer nunca en público. Recordamos que el filme comienza con una típica fiesta italiana, aquí vamos descubriendo personajes, en particular a All Paccino, que interpreta a un joven soldado acabado de regresar como héroe de la segunda guerra mundial, con una esposa norteamericana a quien trata de explicarle los rituales de la fiesta.
Paralelamente el Padrino en su despacho con su asesor, recibe a paisanos que le piden favores. Una frase de El Padrino puede resumir la película, cuando dice a su paisano, un funerario: “creíste que por ser ciudadano norteamericano tenías toda la protección del mundo, y has tenido que acudir a nosotros”.
El Padrino no es otro que un actor que Hollywood parecía haber había olvidado, me refiero a Marlon Brando, quien hizo una caracterización con su voz ronca, su hablar pausado y autoritario, a la par de una profunda ternura hacia la familia. Este fue el primer acierto de Coppola en el tan complicado casting de una película. Al Paccino, un joven actor desconocido, de estatura pequeña y modales norteamericanos, es el hijo preferido de El Padrino que ve en él algo que nadie veía: un carácter despiadado, su fidelidad a las tradiciones familiares y a los códigos de la mafia. Este ex soldado norteamericano se convierte en el segundo Padrino.
El éxito de esta película brota al descubrir el entramado social y cultural que producía la violencia y el espíritu de poderío de una sociedad que se consideraba al margen de las leyes norteamericanas, más bien, jugaba con el poder político de ese país, sobornando, intimidando, doblegando a los políticos de esa época.
El Padrino primera parte no fue continuado de inmediato, como querían los productores, por una segunda parte, sino que Coppola se aventuró en un filme extraordinario: “Apocalipsis Now” una cinta sobre la guerra  de Viet Nam con un punto de vista muy particular. “Apocalipsis…” no fue un triunfo comercial era demasiado largo y el público no estaba preparado para asumir semejante visión  de lo que hacían los Estados Unidos en Viet Nam.
Entonces Coppola queda como el gran cuestionador de la sociedad norteamericana de su tiempo, nadie profundizó tanto en los nexos entre la política y las organizaciones criminales, la corrupción, y sencillamente la locura contra Viet Nam.
Las películas de Coppola -quien por razones económicas tuvo que hacer una segunda y tercera parte del Padrino- transcienden su época, no es por azar que cada vez que se exhibe, sobre todo la primera parte, se suman muchísimos nuevos espectadores .
Coppola, un director aún vigente, se debate entre seguir una obra cuestionadora y profundamente personal y las innumerable presiones para que haga un cuarto Padrino.
Mientras tanto, no podemos omitir el hecho de que este cineasta trajo en sus propias manos la primera parte de El Padrino a La Habana, para que pudiéramos verla en Cuba. Se ha mantenido a lo largo de todos estos años como un amigo que viene a impartir talleres, clases y esclarecedores encuentros con los cineastas cubanos.
Coppola recibe un nuevo galardón al parecer para recordarle al mundo que él no es solo un cineasta estadounidense, sino que pertenece también, por derecho propio, a nuestro ámbito iberoamericano.

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