Los cuentos de hadas se
equivocaban. El príncipe NO despertaba a la princesa con un beso sino con una
promesa. En sus brazos, ella estaría a salvo para siempre. Si no lo hubiera
sabido la princesa hubiera preferido dormir para siempre.
Orson Scott Card
La gente cree. Ciegamente
creen en dioses y adecúan su devoción al tamaño de su problema. El dinero, la
casa, otra persona, una forma de vida, representaciones de yeso, pulsos de
diferentes colores y estereotipos… la gente confía en los conceptos
preestablecidos y por eso piensan saberlo todo, porque se guían por
estereotipos.
De manera que vender lo
prefabricado es una buena idea. A conciencia vivimos en un mundo donde lo
nuevo, en primera instancia, es sinónimo de catástrofe; preferimos sentarnos en
el mismo banco de ayer y si está ocupado la opción viable es quedarnos de pie.
Aunque usted lo
recontraniegue desde niño(a) se trazó un modelo ideal de hombre, un simple
esquemita. Fácil de conseguir, -probablemente creyó. Ahora mira al otro lado de
la cama (aquel que tenga a quien mirar) y se percata de algo inevitable: se
volvió un poco condescendiente con su lista, dejó que pasaran carretas y
carretones.
Como soy mujer les
presentaré una lista de lo que cada una espera encontrar:
1. Inteligente como
Sheldon, guapo como JhonyDeep y que la haga reír como MrBean.
2. Poco conversador, le deja a Ud el protagonismo.
3. Sabe cocinar, planchar, lavar, cuidar a los niños e incluso lo disfruta.
4. Sus frases favoritas son: Te Amo mi amor y ¿Qué puedo hacer por ti?
5. Le deja a Ud el mando del televisor, prefiere lo que Ud prefiera.
2. Poco conversador, le deja a Ud el protagonismo.
3. Sabe cocinar, planchar, lavar, cuidar a los niños e incluso lo disfruta.
4. Sus frases favoritas son: Te Amo mi amor y ¿Qué puedo hacer por ti?
5. Le deja a Ud el mando del televisor, prefiere lo que Ud prefiera.
Dejémoslo ahí, en este
punto se habrá percatado de la necesidad femenina, ¡encontrar un robot! Por
suerte, ya lo dijo quien lo dijo: “La vida nos pone a vivir como le da la
gana”, a pesar de nuestros modelos de ensueño.
Lo que toda mujer recibe:
1. Guapo como Sheldon, la
hace reír como JhonyDeep (ocasionalmente dependiendo de la película) e
inteligente como MrBean.
2. Al cabo del tiempo le hará saber que Ud solo tiene dos defectos: todo cuanto dice y todo cuanto hace.
3. Jamás ha lavado más que su ropa interior, se queda con los niños cuando no hay alternativas.
4. Su frase favorita es Gooooooooooooool, la segunda solo si es dicha por Ud: ¿Mi amor, qué puedo hacer por ti?
5. No cuente con el mando del televisor.
2. Al cabo del tiempo le hará saber que Ud solo tiene dos defectos: todo cuanto dice y todo cuanto hace.
3. Jamás ha lavado más que su ropa interior, se queda con los niños cuando no hay alternativas.
4. Su frase favorita es Gooooooooooooool, la segunda solo si es dicha por Ud: ¿Mi amor, qué puedo hacer por ti?
5. No cuente con el mando del televisor.
Ya en este punto se habrá
dado cuenta de que es una broma. Aunque realmente incluso estudios científicos
demuestran que nuestras exigencias (en todas las aristas) van cambiando, porque
cambia el contexto, y si me lo pregunta, creo que también un poquito así por
causa y efecto del calentamiento global: la gente piensa menos por culpa del
calor.
Chistes aparte percátese
de algo, no se concentre tanto en buscar a la persona perfecta como en ser
usted la persona perfecta. Perfecta con limitaciones, porque como está dicho
por allá arriba, en la perfección viene como un plus que fuéramos autómatas y
entonces si sería muuuuuuy aburrido.
El príncipe que nos
inculcó Disney… lea con atención lo que sigue: NO EXISTE. Por lo menos no de
esa forma anclada en las historias que me contaba mi abuela y ahora cuento a mi
sobrina, casi veinte años después el efecto sigue siendo el mismo: ahora Nany y
antes yo, las dos nos quedamos dormidas con el cuento de los estereotipos. La
mala siempre es muy mala, la princesita es buena y el príncipe apuesto.
Fíjese que hasta la cadena
brasileña Globo nos vende el mismo modelo, con diferente período histórico.
Seguimos engatusados en el truco de los culebrones, en algunos aspectos tan
separados del pan nuestro de cada día que prefiero no seguir por ahí so pena de
convertir esta columna en una crítica televisiva.
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