Dicen que los
15 solo se viven una vez, y con ese estribillo la familia se vuelve loca. Antes
los padres empezaban a ahorrar desde el mismo día del nacimiento para que,
llegada la edad de ensueño, la niña tuviera todo lo que se merece y, que casi
siempre, ellos no pudieron tener.
Fiesta “con
todos los hierros”, fotos, videos…, era lo más usado en mis tiempos. Todavía no
se había inventado el vals con las quince parejas, los coreógrafos, los
maquillistas profesionales, los organizadores de fiestas, las proyecciones, las
invitaciones caras, los llaveritos o los afiches de tamaño natural que, sin
consideración a los pobres familiares, ofrecen los fotógrafos a las entusiastas
damitas…, y aun así había que estar preparado para el susto a la cartera.
Pero incluso
con todo lo anterior, los 15 se viven solo una vez, y ese mismo estribillo que
pone a correr a, por lo menos, dos generaciones de cuentas bancarias, es un
consuelo, porque de la boda, se dice, ya se ocuparán los novios.
Yo estaba preparada, o eso creía, y como todas las madres que me precedieron, me dediqué a engordar el “puerquito”. Tenía tiempo suficiente, o eso creía.
Yo estaba preparada, o eso creía, y como todas las madres que me precedieron, me dediqué a engordar el “puerquito”. Tenía tiempo suficiente, o eso creía.
Porque uno
concibe un hijo por amor, un amor que no te abandona así dures mil años. Un
amor que te hace brincar en las noches al llanto mínimo, y renunciar a las
cosas que te gustan para que tu retoño tenga las que le gustan, endeudarte por
cuatro vidas si es necesario con tal de que nada le falte, incluidos sus
cumpleaños, sus quince, sus graduaciones…
Pero resulta
que ahora se han multiplicado las celebraciones. Dentro de 12 meses, mi
pequeña hija cumplirá cinco años y, según la última moda, me corresponde
organizarle sus miniquince con traje de largo, y peinados altos, con
maquillaje, con fotos en poses de princesa, de muñeca barbie, y fiesta.
Y dentro de
otros cinco años mi peque tendrá diez, y según la gente, le toca la hora a los
prequince, algo así como los preinfartos del miocardio antes de que el corazón
decida partirse de una vez con la llegada de esos que, hasta que no se invente
otra cosa, todavía suceden solo una vez.
En el segundo
engendro, de nuevo los trajes de fantasía ajustados a los pequeños cuerpos
que, me imagino, sufren como pueden el roce de las telas, los zapatos, los
moños y los bucles, el fijador que te hace estornudar y los polvos que se
quedan por semanas aferrados a las aletas de la nariz, el maquillaje abrazándoles
los rostros que no lo necesitan, porque solo falta una sonrisa para ver
resplandecer a un niño.
Dicen que los
fotógrafos fueron los inventores de estos “escalones” a los quince. Y que
algunos padres con recursos pagaron el capricho y desde ahí se fue extendiendo,
y se convirtió de un lujo para quienes se lo pueden permitir, en un listón
que todas las niñas desean poder saltar…, pero no es su origen lo importante.
Como en una
lucha de poder, las niñas se pasan sus fotos y se miden, se comparan, son
comparadas…, y las convenciones, los estereotipos, las poses hacen lo suyo en
edades en las que, en otros tiempos, el horizonte no llegaba más lejos que los
pies.
Se adelanta, en
la edad de nuestros hijos, ese concepto de “no quedarse atrás” o “ser menos que
nadie” con relación a lo que se posee, a lo que se puede poseer, e
invariablemente mostrar como sello de éxito, mientras otros “escalafones” más
perecederos, aunque invisibles, van quedándose detrás.
No es el costo
en dinero, a los padres, lo más preocupante: es el costo al imaginario de
nuestros niños y niñas lo que realmente me alarma: la necesidad de alhajas para
sentirse hijo querido y apreciado, la urgencia de seguir el ritmo frenético de
una moda para valorarse padre amante y preocupado.
De todas
formas, no los critico. Cada cual es dueño de su vida y guardián de la de sus
hijos. Yo, por tanto, guardaré mis ahorros para esos quince que sí pasan una
sola vez en la vida y esperaré, cuando llegue el momento, que mi hija sepa
entenderme.
*Periodista del semanario Venceremos
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