martes, 2 de junio de 2015

Silvio en Lugano, Buenos Aires: Se rompe el conjuro.

                                            Por: Kaloian Santos Cabrera, Mónica Rivero





“No va a pasar absolutamente nada, el pueblo se cuida a sí mismo”, dijo la cantadora Teresa Parodi, ahora ministra de Cultura, despejando pronósticos nefastos que señalaban a los de Lugano como gente violenta, apuntándoles con el dedo y anunciando fiasco. Estaban en misma cuerda de algo que hemos escuchado mucho a propósito de la Gira por los barrios: la sentencia de que “una cosa como esta solo es posible en Cuba”. Y aun cuando probablemente haya violencia en el barrio, se rompió el conjuro: el pueblo se cuidó a sí mismo, la patria fue el barrio.
Es el edificio 8 en Villa Lugano, la azotea. Abajo es un mar de gente, pequeño en la distancia, desde la altura. Miles de luces minúsculas, las de la ciudad que se pierden en el horizonte, las de teléfonos que graban, que quieren capturar el instante. Desde esta perspectiva el concierto y toda la ciudad están en el mismo plano, en una diagonal negra estrellada.
Estamos en las antípodas del centro de Buenos Aires, entre edificios iguales entre sí, parte de un paisaje monótono, concreto gris. “Me parece que estoy en Alamar”, le oigo decir a un cubano. Es un barrio de gente “pobre solo de plata”, según Soledad que nació en la villa y la ha vivido. Ama Lugano aunque no tenga mucho argumento: los ladrones, la droga, las familias viviendo en un par de cuartos, el pibe sin colegio-el viejo sin laburo… Hay amores así, como por instinto, anteriores como reflejos incondicionados, que son y ya y listo.
La gente había estado cantando a capella durante la media hora que tomó reparar el audio. “Un poquito de paciencia, aquí estamos”, había pedido Silvio. Hay 14 grados. Mi percepción de trópico me hace resentirlos como si fueran diez menos y acaso lo sean al final si es todo cuestión de sentidos.
Silvio sale finalmente, con bufanda que abrigue la garganta como la soledad en la canción; afina la guitarra; canta y un humo revela su aliento, que nunca vemos. La imagen sugiere el torrente de su voz de persona, se disfraza de su voz, como si se viera el canto salir. Como si escucháramos ahora también por los ojos.
Soldado de la Frontera y Ana Díaz, ubica una señalización en medio del tumulto. El repertorio será el mismo que el del Luna Park y el Movistar Arena en Chile. “Quizás alguna más, pero ninguna menos”, dijo Silvio. Ninguna menos.
(Tomado de Cubadebate).

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