El Vaticano
acaba de anunciar que, en su ida a los EEUU, a finales de septiembre el papa
Francisco visitará Cuba. El único país socialista de la historia de Occidente
que comparte con el Brasil el privilegio de merecer la visita de los tres
últimos pontífices.
Asesoré al
gobierno cubano durante las visitas de Juan Pablo II (enero de 1998) y
Benedicto XVI (marzo del 2012), y di testimonio del entusiasmo con que fueron
acogidos por la población.
Cuando
Benedicto XVI anunció que iría a la isla, los obispos de América Latina se
quejaron, porque él había visitado sólo el Brasil, en el continente , y no
reservó agenda para otros países mayoritariamente católicos, como México,
Colombia y Argentina. La queja obligó a Benedicto XVI a hacer una escala en
México, donde recibió a los obispos del Consejo Episcopal Latinoamericano.
En Cuba apenas
el 5 % de la población de casi 12 millones de habitantes se declaran católicos.
La Casa Blanca
presionó a Juan Pâblo II de varias formas para que no fuese a Cuba. Y si iba,
que condenase al régimen revolucionario. Wojtyla fue y permaneció allí cinco
días, más que el tiempo habitual dedicado a otros países, estrechó sus lazos de
amistad con Fidel e incluso elogió los avances sociales de la Revolución, como
la salud y la educación.
Benedicto XVI
estuvo en Cuba sólo tres días y tampoco expresó nada que contrariase a las
autoridades del país.
En la visita de
Juan Pablo II, Fidel rompió el protocolo y asistió todas las noches a la
nunciatura, donde estaba hospedado el pontífice. Allí mantuvieron largas
conversaciones regadas con zumos tropicales.
Raúl, en el
2012, tuvo la suerte de que un fuerte temporal impidió que el avión de
Benedicto XVI despegara a la hora prevista, lo que hizo posible una larga
conversación entre ambos.
Tanto Fidel
como Raúl fueron alumnos internos de colegios jesuitas durante largos años y
consideran muy positivo ese período de sus vidas. Incluso para entender sus
personalidades hay que conocer cómo los jesuitas forjaban el carácter de sus
alumnos en la primera mitad del siglo XX.
Después de la
visita de Juan Pablo II el teólogo italiano Giulio Girardi, en un almuerzo con
Fidel, comentó que consideraba excesivo que el papa presentara a la Virgen de
la Caridad con una corona de oro. A lo que Fidel reaccionó diciendo: “La Virgen
de la Caridad no es sólo la patrona de los católicos; es la patrona de Cuba”.
El papa
Francisco hizo de puente (de ahí viene la palabra pontífice) para que Cuba y
EEUU se aproximaran, como lo admitieron Raúl y Obama en los discursos para
volver a la buena vecindad, el 17 de diciembre del 2014.
En 1959 la
victoria de la Revolución se topó con la reacción adversa de la Iglesia
Católica, marcada por el franquismo español. A pesar de que ningún sacerdote
fue perseguido y ningún templo cerrado, el diálogo entre Estado e Iglesia en la
isla se reducía a la amistad de Fidel con los nuncios papales. La relación con
el Vaticano nunca se rompió.
En 1981, a
petición de Fidel y con anuencia de los obispos cubanos inicié en el país el
trabajo de aproximación entre la Iglesia Católica y el Estado. La publicación
del libro “ Fidel y la religión”, en 1985, redujo significativamente el
prejuicio comunista hacia la religión y el temor de los católicos ante la
Revolución.
Fidel retomó el
diálogo con los obispos y se suprimió el carácter ateo del Estado y del Partido
Comunista de Cuba, que ahora son oficialmente laicos. Son excelentes las
relaciones del gobierno cubano con la Iglesia Católica, para tristeza de los
anicastristas de Miami, que insisten en satanizar la Revolución.
Al desembarcar
en La Habana el papa Francisco no encontrará una nación católica y mucho menos
atea. Será acogido calurosamente pòr un pueblo imbuido de religiosidad
sincrética, en la que se mezclan, como en Bahia, espiritualidad de origen
africano y tradiciones cristianas. Un pueblo que, como ningún otro del
continente americano, reparte entre sí y con otros pueblos el pan de la vida.
(Tomado de Cubadebate)
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