En diciembre vi gente buscando comida entre la basura… pero no era Venezuela, era Estados Unidos, no Caracas, sino Los Ángeles.
Es claro que en Venezuela se está pasando mal. La pregunta es por qué las cadenas internacionales y los canales de mi país, solo informan de estos casos en el país caribeño y no dicen ni una letra cuando ocurre en las tierras del Tío Sam.
Sé de un país que encarcela niños con funcionarios que abusan sexualmente de ellos por ser inmigrantes; pero no es Venezuela, es Estados Unidos.
Cuando millones de colombianos huían de la guerra interna y del régimen criminal de Álvaro Uribe, tanto Hugo Chávez en Venezuela como Rafael Correa en Ecuador los recibieron fraternalmente. En el reino de Donald Trump, a fines de febrero una denuncia contra su política de separar a los inmigrantes de sus hijos dejó al descubierto los abusos sexuales a que eran sometidos los menores en cautiverio. El congresista demócrata Ted Deuch señaló que 154 funcionarios están acusados de haber agredido a los niños en los centros de reclusión de la zona fronteriza, donde ya murieron dos criaturas. 4556 denuncias de la Oficina de Refugiados avalaron sus palabras.
Sé de un país donde la voluntad popular es burlada y quien llega a la presidencia no es el más votado en las urnas; pero no es Venezuela, es Estados Unidos. Hillary Clinton obtuvo 2,8 millones más de votos que Donald Trump; pero el incomprensible sistema electoral norteamericano le impidió ocupar la Casa Blanca. Como dijo el expresidente Jimmy Carter: “El mejor sistema electoral del mundo es el de Venezuela; el peor, el de Estados Unidos”.
Sé también de un país donde una de sus provincias ha legalizado el trabajo para niños de 10 años; pero no es Venezuela, el país es Argentina y la provincia Jujuy.
Sé de un país donde hay miles de periodistas opositores perseguidos, despedidos y hostigados; pero no es Venezuela, sino Argentina. El caso del uruguayo Víctor Hugo Morales, al cual los jueces dependientes del Grupo Clarín y del macrismo le fabrican causas a diestra y siniestra, es emblemático, mas no único. Entre los casos más recientes están los del movilero de El Destape, Lucas Martínez, golpeado por la Policía de la Ciudad, y el del fotógrafo de Página 12, Bernardino Ávila, que tras retratar a una señora tomando una verdura del suelo (durante el llamado “Cuadernazo”) fue detenido junto a otros manifestantes por 11 horas.
Sé también de un país donde su presidente desprecia a las mujeres, a los negros, a los indígenas y a las personas gays; pero no es Venezuela, sino Brasil. Hace poco fueron asesinados dos integrantes del Movimiento Sin Tierra; pero ni Almagro ni Trump pidieron explicaciones al gobierno ni las grandes cadenas internacionales de desinformación le dieron el espacio que le hubieran dado de haber ocurrido durante la presidencia de Nicolás Maduro.
Sé de un país que es uno de los más corruptos del mundo; pero no es Venezuela, sino Paraguay, con su eterno Partido Colorado, un salario mínimo de 370 dólares y una ministra de industria que se jacta de que la mitad de los trabajadores paraguayos cobra por debajo de esa cifra. Como ha señalado Oscar Andrade, no lo dijo con dolor, sino con orgullo y satisfacción. No hay que olvidar que los gobiernos de Argentina Brasil y Paraguay han sido aplaudidos por la derecha opositora uruguaya.
Sé de un país donde cada cuatro días asesinan a un sindicalista; pero no es Venezuela, sino Colombia. La denuncia fue presentada por la Central Unitaria de Trabajadores de Colombia ante la Organización Internacional del Trabajo y la Corte Interamericana de Derechos Humanos; pero la impunidad campea. Las amenazas se enfocan contra los líderes sindicales del sector petrolero, el magisterio y el agro. Ni CNN ni Almagro se han mostrado con el alma partida en dos por estos crímenes que ya implican un descarnado intento de exterminio del sindicalismo por parte de la derecha y el empresariado colombiano.
Sé de un país donde se penaliza con cárcel a quien ose criticar al gobernante, el cual, por otra parte, detenta el poder sin haber sido avalado jamás por las urnas; pero no es Venezuela, sino España. Es increíble que en pleno siglo XXI persista la monarquía, un verdadero atentado contra la inteligencia de los pueblos de España, Inglaterra y Canadá, entre otros; pero más increíble es que tales monarquías pretendan dar clases de democracia a sus excolonias.
Y sé también de un pueblo que no se vende ni doblega, que no se quiebra ni se rinde, que no teme ni tiembla, pese al acoso permanente y el inmenso poderío de sus adversarios… pero no es el de Argentina, ni el de Brasil, ni el de Paraguay, ni el de España, ni el de Colombia, ni el de Estados Unidos…
Es el de Venezuela.
(Tomado de Caras y Caretas)
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