El
fragmento de ladrillo que sostiene entre sus dedos Noris Montero
Miranda no es uno más. Eva, su mamá, con 108 años cumplidos lo preservó
como una reliquia entregada a ella por el padre para que la primera Constitución de la República, firmada en Guáimaro el 10 de abril de 1869, no pasara inadvertida.
Don Agustín Miranda Piloña, integrante del Ejército Libertador, recogió la muestra el 27 de febrero de 1921 de lo que fueran las ruinas del local donde se reunieron los constituyentes. El inmueble fue blanco de las llamas un mes después de dotarse a Cuba de la primera carta magna, cuando los revolucionarios y los habitantes de “este pueblo sagrado”, como lo calificó José Martí, incendiaron el pueblo para que los españoles solo encontraran cenizas.
Para que no quedara dudas de la autenticidad del hecho, de Miranda Piloña, solicitó a la Alcaldía de Barrio de Guáimaro emitiera un documento, suscrito por varios testigos y con el cuño oficial y el escudo en el centro.
Noris, contadora de oficio, hoy con 78 años, era muy pequeña, pero recuerda que viviendo en una casona grande, situada en Santa Rosa 141 aquí en la ciudad de Camagüey entre Línea y Francisquito, lo veía encamado hasta que falleció el 28 de septiembre de 1946.
El referente que tiene es que era una persona muy recta, cariñosa, apegado a sus hijos y perdió muchos familiares cuando el ciclón de 1932 destruyó la localidad de Santa Cruz del Sur y dejó el saldo de más de 3 000 muertos.
Era un hombre especial. Una de las fotos que Noris guarda con celo, en la dedicatoria señala:
Noris se siente heredera de la jornada histórica de Guáimaro y reconoce en su nieto Jorge Mario Palenzuela Vilaplana, un joven de 22 años, como una persona que ama la historia, incluso, fue quien propició que este caso pasara de lo inédito a lo público.
Ello, quizá, por la influencia de la Escuela de Oficios de la Oficina del Historiador , donde se formó y la sensibilidad por el patrimonio que atesora Camagüey.
Hablar de Guáimaro y que se revelara esta original historia, fruto de la iniciativa del abuelo, ha llenado de alegría a Noris.
(Tomado de Adelante)
Don Agustín Miranda Piloña, integrante del Ejército Libertador, recogió la muestra el 27 de febrero de 1921 de lo que fueran las ruinas del local donde se reunieron los constituyentes. El inmueble fue blanco de las llamas un mes después de dotarse a Cuba de la primera carta magna, cuando los revolucionarios y los habitantes de “este pueblo sagrado”, como lo calificó José Martí, incendiaron el pueblo para que los españoles solo encontraran cenizas.
Para que no quedara dudas de la autenticidad del hecho, de Miranda Piloña, solicitó a la Alcaldía de Barrio de Guáimaro emitiera un documento, suscrito por varios testigos y con el cuño oficial y el escudo en el centro.
En el poblado de Guáimaro a los veintisiete días del mes de febrero de 1921, requeridos los que suscriben por el Señor Agustín Mirada Piloña, se constituyeron en el demolido edificio donde en memorable fecha se jurara la Constitución de la República Cubana durante la década gloriosa del ‘68, con el fin de certificar, como lo hacemos por este medio, que el referido señor Miranda procedió en nuestra presencia a extraer un pedazo de ladrillo de los que quedan en el solar de la histórica casa, con el fin de conservarlo como una reliquia santa de la Patria redimida”.Entre los firmantes aparece Federico A. Varona, capitán del Ejército Libertador, Agustín y Ezequiel Ávila, quien fuera activo colaborador de las luchas independentistas.
Noris, contadora de oficio, hoy con 78 años, era muy pequeña, pero recuerda que viviendo en una casona grande, situada en Santa Rosa 141 aquí en la ciudad de Camagüey entre Línea y Francisquito, lo veía encamado hasta que falleció el 28 de septiembre de 1946.
El referente que tiene es que era una persona muy recta, cariñosa, apegado a sus hijos y perdió muchos familiares cuando el ciclón de 1932 destruyó la localidad de Santa Cruz del Sur y dejó el saldo de más de 3 000 muertos.
Era un hombre especial. Una de las fotos que Noris guarda con celo, en la dedicatoria señala:
“Para los ángeles de mi hogar, Esther, Estrella y Eva, recomendándole a la primera la conserve bien y cuando yo me muera la enseñe con prudencia a las dos chiquitas, para que no olviden a su papasito. Camagüey 11 de julio de 1912”.La muestra del ladrillo se mantuvo guardada en una caja de tabaco que data de la época, sin embargo, con el decursar de los años solo quedan fragmentos. El documento y otro de los articulados de la Constitución se mantuvieron preservados en un nailon.
Noris se siente heredera de la jornada histórica de Guáimaro y reconoce en su nieto Jorge Mario Palenzuela Vilaplana, un joven de 22 años, como una persona que ama la historia, incluso, fue quien propició que este caso pasara de lo inédito a lo público.
Ello, quizá, por la influencia de la Escuela de Oficios de la Oficina del Historiador , donde se formó y la sensibilidad por el patrimonio que atesora Camagüey.
Hablar de Guáimaro y que se revelara esta original historia, fruto de la iniciativa del abuelo, ha llenado de alegría a Noris.
(Tomado de Adelante)
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