El XIV Coloquio Internacional de Jazz Leonardo Acosta in memorian, celebrado del 16 al 19 de enero en la capital como parte de las actividades del Festival Jazz Plaza 2019, dedicó cada una de las sesiones matutinas de sus jornadas a la temática del jazz en la industria musical cubana, reconociendo el trabajo desarrollado por las casas discográficas del país.
Del 2004 al 2017, según un registro presentado por la musicóloga Gloria Ochoa, hubo 167 fonogramas dedicados a este género, de los cuales 108 se produjeron en los últimos 17 años. Lidera la lista EGREM (79) y recoge la menor cantidad de este tipo de discos Unicornio (15).
Neris González Bello, musicóloga y miembro del Comité Organizador del Festival Jazz Plaza. Foto: Internet
 
¿Por qué abordar esta temática por primera vez, justo ahora, en un evento teórico como este, dedicado a un género considerado por muchos como elitista?
Porque es necesario, oportuno, esencial, en un contexto mundial caracterizado por el incremento del uso de la piratería y la colocación de los temas en plataformas digitales, garantizando así el ahorro de los gastos que conlleva la producción de un fonograma, según asevera Neris González Bello, musicóloga y miembro del Comité Organizador del Festival.
“Por primera vez abordamos el tema, y es fundamental, porque para los músicos cubanos, de cualquier género, tiene una gran importancia ser avalado, acogido, apadrinado por una casa discográfica.
“Actualmente cobran fuerza las producciones independientes, y es innegable que los músicos pueden sentirse más cómodos porque tienen libertades, quizás, para realizar conceptualmente lo que ellos quieren y no lo que la casa discográfica recomiende. Es válida esa mirada, pero aun así, reconocen la importancia de ser amparado por una disquera, no solo para la producción, sino también para la comercialización.
“En Cuba, de manera singular, esto es imprescindible porque dependemos de nuestras disqueras si queremos que el producto tenga larga vida y alcance esa función para la que ha sido concebida, que no es más que su comercialización.
“Para algunas casas discográficas es vital generar productos que sean comercializables. Y me detengo en el término, porque no veo un problema en que se tilde de comercial a un producto: esa clasificación no atenta contra la calidad o los valores culturales que pueda tener. De hecho, todos los productos tienen ese fin porque, en definitiva, existen audiencias para todo”.
Es lamentable que un músico presente hoy un disco producido hace cinco años atrás, por ejemplo.
Es verdad… es lamentable y penoso. Existen limitaciones muy propias del contexto económico cubano que laceran ese proceso y pueden hasta desestimular.  Es lento el proceso desde que se concibe un disco hasta que se graba, se produce y sale a la palestra. Los músicos constantemente generan ideas, y evolucionan en poco tiempo.
Sin embargo, considero que es más lamentable y penoso que algunos músicos, incluso, les paguen a vendedores extraoficiales para que su música llegue en tiempo a la población. Debemos trabajar más en ello, sobre todo porque en Cuba aún estamos en la fase en la que, sin ignorar las ventas de promocionar singles y lanzarlos a plataformas digitales, el disco sigue teniendo una importancia innegable.
Existen diferencias entre las casas discográficas; no es igual el trabajo que realizan en torno al jazz como género en sus producciones…
Es ineludible que en ese empeño por producir discos que destaquen en la escena jazzística, EGREM y Colibrí están a la vanguardia. La primera, con 55 años de creada, lleva ventaja en ese sentido y además porque estuvo sola mucho tiempo en la industria musical cubana. Atesora una amplia variedad de fonogramas de los grandes maestros consagrados del jazz en el país y ha acogido también a algunos de los jóvenes que incursionan en el género.
Sin embargo, es esencial para la historia del jazz en Cuba el rol de Colibrí. Con solo 15 años, es imposible no mencionarla a partir del acertado empeño para impulsar el sello El joven espíritu del jazz cubano, que marca un antes y un después. Colibrí, además, amparó el trabajo de jóvenes jazzistas, aun cuando no eran muy conocidos, y no es común que alguien apueste por quien no tiene todavía un camino trazado.
Quizás existen diferencias en el trabajo de cada casa discográfica, pero de todos modos es válido lo que cada una ha generado en función de preservar y rescatar parte del patrimonio musical del país. Eso es un disco, en esencia, la memoria viva de una nación desde el punto de vista cultural.